EDITORIAL
Medicina Narrativa
Narrative Medicine
Eduardo Cuestas
Revista Facultad de Ciencias
Medicas 2012; 69(2): 75-76
ecuestas@hospitalprivadosa.com.ar
Cada vez más
frecuentemente, los pacientes se quejan por la mala calidad
de la relación con sus médicos pues sienten que no son
escuchados, que están inseguros de haber comprendido sus
explicaciones correctamente o más explícitamente que se
retiran del consultorio sin haber alcanzado a decir o
preguntar lo que más les importaba y preocupaba.
Muchos médicos también se lamentan las dificultades en la
comunicación con sus pacientes. Reconocen no haber sido
formados positivamente en el tema y sienten que la actividad
asistencial es tan abrumadora que, ellos, que eligieron por
vocación una profesión altruista, se hallan, con poca
disponibilidad y capacidad para atender reclamos de una
mejor atención, por parte de los pacientes.
La comunicación entre colegas también es un espacio
empobrecido que va perdiendo paulatinamente las
posibilidades de funcionar como un área de encuentro,
reflexión y creación, que beneficiaría a todos los actores
involucrados.
El reciente redescubrimiento de la denominada “Medicina
Narrativa” invitan a ahondar sobre la conveniencia de la
inclusión de cursos de literatura y de narración en la
formación médica y a considerar los posibles beneficios del
uso de relatos, en la formación disciplinar que incluya
revitalizada la milenaria tradición médica humanista, donde
los relatos de las historias personales particulares, del
hombre y su enfermedad, enriquecen la perspectiva de la
mirada profesional, haciéndola más amplia y comprehensiva.
Conocer más profundamente el paciente y sus circunstancias
existenciales, es un “saber” que transforma el proceso de
relación médico paciente y por ende, al médico, al enfermo y
a la enfermedad.
La curricula nos impone conocimientos científicos, que deben
ser aprehendidos e incorporados dentro de un contexto en el
que la capacidad de comprender, mirar y oír al enfermo haga
posible un encuentro humano creador de una relación
comprehensiva y trasformadora, de modo que la formación
profesional nos empodere para enfrentar los problemas
relevantes de la práctica abriendo una reflexión crítica
sobre las limitaciones de aplicar una racionalidad técnica,
basada en el conocimiento científico, como única herramienta
para resolver situaciones mal definidas, inciertas,
extrañas, peculiares, singulares y conflictivas, pues los
problemas de la práctica habitual no se presentan como
estructuras organizadas sino, más bien, como situaciones
complejas, inciertas y desordenadas. El problema entonces,
debe ser construido, definido, elaborado, comprendido,
organizado y solucionado, por la capacidad para comprender
ontológicamente al enfermo y sus condiciones
medioambientales, sociales, económicas y religiosas.
La situación problemática se presenta siempre como un
problema único, personal, que no encaja en las categorías
previstas por la teoría y, por lo tanto, no puede resolverse
con la fácilmente con simplicidad algorítmica. El médico
deberá ser capaz de improvisar, inventar, probar estrategias
nuevas en cada situación diferente.
Con el avance de la tecnología, los profesionales se
encuentran cada vez más con situaciones que requieren la
integración, conciliación o elección entre valores en
conflicto, que deberá resolver con tacto, cautela, prudencia
y parsimonia.
La súper especialización dentro de cada disciplina y entre
disciplinas se refuerza por los diferentes supuestos que
pasan “inadvertidos”. Sin una reflexión sobre ellos, los
discursos y perspectivas se vuelven ilimitados, para paliar
esta situación inconmensurable, debemos vincular las
perspectivas sin reducirlas.
Los buenos relatos, los de la literatura y los que
producimos a diario, pueden cumplir la función que nos
ayudará a enfrentar la complejidad, dando sentido,
facilitándonos la comprensión empática, que nos incita a
resolver los problemas incorporando perspectivas múltiples,
no lineales.
Los médicos debemos aprender maneras de comunicarnos más
flexibles, menos normatizadas y verbosas incorporando a
nuestros conocimiento otras disciplinas que podrían ayudar a
comprender qué ocurre en la compleja interacción clínica con
los enfermos.
Las enfermedades son acontecimientos socialmente
construidos, reproducidos y perpetuados a través de los
diálogos y uno de los focos centrales del entrenamiento
clínico debe ser aprender a escuchar y contar relatos, ya
que es través del recibir y dar historias es que los seres
humanos logran comprender sus existencias.
En este número de la Revista incorporamos la sección
“Humanismo y Medicina”, que esperamos colabore, en la
restauración de las capacidades humanas del médico en su
continua formación.
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