HUMANISMO Y MEDICINA
(Des)-Encuentro Médico
Paciente
Dr. Alberto Estévez. Médico Cardiólogo. Profesor
Asociado de Medicina de la Universidad de Chile.
Dr. Marcos Broschi. Médico Cardiólogo. Centro Cardiovascular
Hospital Clínico San Borja Arriarán.
Revista Facultad de Ciencias
Medicas 2013; 70(1):34-35
El gran acto médico, en el ámbito de la medicina curativa,
para el cual se preparan con especial énfasis todos los
estudiantes de medicina, es el encuentro médico - paciente,
comúnmente conocido como consulta médica o simplemente
consulta.
Este noble y trascendente acto ha perdido status tanto entre
los médicos como en el equipo de salud y la comunidad toda.
Las razones por lo que esto ha sucedido son numerosas y
complejas, aunque en todo caso vinculadas al desarrollo
tecnológico. Hemos erigido a la tecnología como el nuevo
Dios. Es indudable que nos ayuda en nuestro diagnóstico y en
variados tratamientos. Pero nos ha alejado de la relación
médico-paciente. Esa relación única e irremplazable entre un
paciente y un médico. Relación riquísima y muy compleja,
donde la medicina se hace arte. La relación entre dos
personas, una que pide ayuda y otra que tiene los
conocimientos médico-científicos, culturales y humanos para
poder ayudar. No es posible ignorar la complejidad del ser
humano donde confluyen aspectos genéticos, bioquímicos,
físicos, síquicos, emocionales, pero también ambientales,
económicos, sociales y culturales. Esta intensa complejidad
y relación es insustituible: no hay tecnología que reemplace
a una buena relación médico-paciente. La alta tecnología
debe estar al servicio del paciente a través de
proporcionarle al médico información para profundizar en la
comprensión de lo que está pasando con el paciente, pero no
puede anular los otros aspectos vitales de esa relación.
El otro gran tema que nos aleja de esta visión integradora
es la proliferación de especialidades y súper especialidades
médicas, que es también un tema irreversible, necesario y en
cuyo surgimiento el avance tecnológico ha tenido
responsabilidad. En esta nueva realidad la imagen del médico
clínico o de cabecera se ha visto diluida y ello ha afectado
a la relación médico-paciente. Ahora ya no hay médico que
dirige, que conoce, que aconseja. Ahora hay altos
tecnólogos, máquinas diagnosticadoras. Ahora el médico
sentencia lo antes posible su diagnóstico y sugiere un
tratamiento, sin reparar muchas veces en las consecuencias
psicológicas o emocionales o vitales que puede llegar a
tener dicho diagnóstico o tratamiento.
Hace más de cincuenta años que Balint en su libro: “El
médico, el paciente y la Enfermedad” trabajó en este
problema, especialmente con médicos internistas y describió
lo que dio en llamar “la irresponsabilidad médica en el
anonimato” Todos concurrimos a diagnosticar parcialmente en
el campo de nuestra competencia un aspecto de sus síntomas o
de su enfermedad y reducimos al paciente en ese parcelar
diagnóstico. Pero nadie se hace responsable en la
complejidad e integridad de lo que afecta al paciente. De
tal manera que el paciente muchas veces se ve ante la
problemática de tener varios diagnósticos y tratamientos
para una misma enfermedad.
Hoy, el alto desarrollo tecnológico hace más necesaria la
existencia del “antiguo médico de cabecera” capaz de unir,
integrar, explicar las complejidades de un sujeto.
Para todo ello no sólo se necesita un médico con una alta
capacidad y conocimiento en su saber sino además es
necesario que tenga sensibilidad, honestidad, cultura y
capacidad de comprensión. Y para todo ello se necesita
tiempo de dedicación. Nuestra cultura, nuestras urgencias en
el tiempo atentan contra esta medicina.
Las expresiones concretas de lo sucedido son innumerables e
incluyen entre otras: los presupuestos destinados al nivel
primario de atención, la calidad de los policlínicos y de
los boxes de atención, el desinterés de los médicos por
desempeñar estas labores, la poca confianza de médicos y
usuarios en "la clínica", las estructuras arancelarias.
Estas últimas en nuestra opinión, cierran un círculo vicioso
que hace que esta perversión valórica se automantenga.
Las consecuencias de todo lo descrito son graves, por lo que
todos los esfuerzos que se hagan para revertir esta
situación deben ser aplaudidos y estimulados. Entre otras
consecuencias, son un factor importante, aunque por cierto
no único, del encarecimiento progresivo de la salud.
Encarecimiento que se ha hecho a expensas, entre otras
cosas, de las acciones de fomento de ella y de prevención de
la enfermedad. Lo anterior a través de estimular el uso
excesivo e innecesario de la tecnología. Mas grave aún es el
hecho que, este abuso de la tecnología se hace en una
primera etapa por razones vinculadas a la retribución
alcanzada por los médicos (especialmente en la práctica
privada) pero posteriormente se mantiene porque el médico
pierde la capacidad de razonamiento clínico y en
consecuencia no sabe hacer sin el apoyo de la tecnología. A
este cierre de círculo vicioso en la práctica personal, se
agrega en el caso de los médicos docentes, el cierre del
círculo en lo generacional al modelar así para sus alumnos.
A su vez esta confianza excesiva es transmitida a los
pacientes quienes de este modo exigen beneficiarse de la
tecnología. Contradictoriamente el paciente al mismo tiempo
que exige tecnología lamenta la deshumanización de la
medicina, deshumanización que entre otras consecuencias
tiene la de favorecer los juicios contra los médicos, otro
factor de encarecimiento de la atención médica.
Si todo lo anterior fuera compartido por los involucrados en
el tema, que somos todos, debería ser relativamente sencillo
acordar mecanismos de estudio que conduzcan a encontrar
soluciones. No obstante que visualizamos que las soluciones
definitivas son de largo plazo y de gran complejidad,
estimamos que para ser teóricamente exitosas deben incluir
entre sus cimientos la formación de generaciones de médicos
que tengan las siguientes cualidades o capacidades: nivel de
competencia clínica de excelencia, amor por la clínica,
sólida formación ética y moral, y una amplia cultura como
herramienta de comprensión de los diferentes fenómenos que
afectan al paciente. Todo lo anterior constituye un desafío
para las instituciones formadoras de médicos, cabe
mencionar, a título ilustrativo, el hecho hay prestigiadas
escuelas de Medicina que incluyen cursos de literatura en
sus currículos.
Sin estar en posesión de una competencia clínica del mejor
nivel es impensable que el médico use juiciosamente las
herramientas que le brinda la clínica y mucho menos las que
le brinda la tecnología. No obstante la sola posesión de
dicha capacidad no bastará para revertir la situación
descrita, es condición para re-educar a sus pacientes (En
realidad a toda la comunidad) y favorecer que recuperen la
confianza en la clínica, que el médico crea en ella y se
sienta orgulloso de su condición de "clínico", en otras
palabras debe amar a la clínica o lo que es lo mismo debe
amar a su profesión. Otra cualidad indispensable es estar en
posesión de una acabada y muy sólida formación ética y
moral, esta condición lo es en cualquier tiempo y lugar,
pero no hay duda que en el mundo de consumo y competencia
actual es más necesaria que nunca. No debemos olvidar que el
gran factor determinante de los costos en medicina es el
médico en la consulta.
Tenemos la percepción que tanto en las Escuelas de Medicina
como en las instancias asistenciales públicas se están
tomando medidas que revelan una toma de conciencia a este
respecto, lo que nos permite creer que, en nuestro país, se
ha iniciado la corrección de esta situación, lo que nos
alegra porque estimamos que, de ser cierto, conducirá a una
mejor medicina y salud, basada en el uso sabio tanto de la
clínica como de la tecnología, lo que necesariamente
redundará en alcanzar un mayor nivel de satisfacción tanto
de los prestadores de servicios como de los beneficiarios e
idealmente con una tendencia a la disminución o al menos
estabilización de los costos.
Santiago de Chile, 2013
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