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2007     2007   Volumen 64   Número 4

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Harvard, histórica presentación de la anestesia en el arte
Roqué Molina MH, Roqué CM, Roqué MH(h.)

Revista de la Facultad de Ciencias Medicas 2007, 64(4): 124-26


Cátedra de Historia de la Medicina. Facultad de Medicina. Universidad Nacional de Córdoba


 

En Estados Unidos, al este del estado de Massachusetts, en una pequeña península donde desembocan los ríos Mistic y Charles, está Boston, la más inglesa de las ciudades de Norte América, una de las primeras en fundarse y de mayor participación en la guerra de la independencia.
Un ciudadano ilustre, Juan Harvard (1607-1638), legó su fortuna para que en el suburbio de Cambridge se fundara en 1636, la Universidad de Harvard, la más antigua de Estados Unidos y una de las más prestigiosas del mundo.
Un estudiante de ella, William Thomas Morton, el 16 de octubre de 1846, hace 160 años sería protagonista de un beneficio para toda la humanidad –sin parangón hasta entonces- al descubrir el efecto del éter como anestésico. Al arte de la medicina se unirían también el arte de la pintura y el arte de la poesía en conmemoración del célebre descubrimiento que determinó desde entonces la supresión definitiva del dolor quirúrgico.
Antecedentes del acontecimiento se venían desarrollando entre 1842 y 1846 en distintas ciudades de Estados Unidos.
En el ambiente de la Facultad de Medicina de entonces, era común en los estudiantes hacer reuniones festivas con sulfuro de éter. El médico Crawford Long de Athens, Georgia, asistente a esos jolgorios y sabedor de sus efectos, lo practica en varios pacientes con éxito, pero al no publicar sus experiencias, quedaron ignorados sus trabajos.
En Hartford, Connecticut, por el año 1844 en una actuación de circo se hacían demostraciones con un gas que al ser inhalado producía risas, agresividad y pérdida de juicio, desencadenando peleas con heridas de la que los participantes no se percataban hasta recuperar el juicio, sin que hubieran sentido dolor.
El gas era el óxido nitroso (gas hilarante, gas de la risa) y quién había observado sus efectos el dentista Wells, con buenos resultados lo emplea en sus consultas de odontología.
Era ayudante de Wells, un estudiante pobre, William Thomas Morton, que con la paga de su patrón se ayudaba para estudiar en Harvard. Interesado en el óxido nitroso consulta a su profesor de química, el Dr. Jackson, por quién también se entera que había sentido un sopor profundo a causa del sulfuro de éter. Ello había sucedido mientras jugaba a las cartas cerca de un recipiente de té, que se calentaba con un mechero cargado por equivocación con éter en vez de alcohol.
Así enterado, Morton abandona su inquietud por el óxido nitroso y comienza a experimentar con el éter y sus efectos soporíferos en los animales domésticos de su familia y en sí mismo, sintiendo el adormecimiento igual que, los perros de su casa.
Alentado por los resultados de sus experimentos, solicita a su profesor de cirugía, el Dr. J. C. Warren una experiencia pública que es aceptada, y se fija el día 16 de octubre de 1846 para la demostración en el Hospital General de Massatchussets, en Boston.
En el anfiteatro esperaban espectadores escépticos, porque se venía comentando que un estudiante había descubierto un método para suprimir el dolor en las operaciones.
El Dr. Warren vestía su formal traje (en esa época todavía no se conocía de asepsia, batas, barbijos ni guantes) y al igual que todos esperaba con impaciencia la prueba, pero el estudiante Morton no aparecía. Pasó más de un cuarto de hora y el cirujano dirigiéndose al auditorio dijo: “como Morton no ha llegado emplearemos como siempre a los hombres fuertes para contener los esfuerzos del paciente Gilbert Abbot de 20 años, a quién se extirpara un tumor congénito superficial que se encuentra por debajo de la mandíbula, en el lado izquierdo del cuello”. Mientras el público sonreía y el enfermo se acobardaba, entró Morton, el cirujano Warren dio un paso atrás diciendo: ”Señor su enfermo está listo”.. Rodeado de un público silencioso de sentimientos poco favorables, Morton utiliza una esfera de cristal al que por un orificio va agregando algodones que va empapando con éter, sin nombrar la sustancia, mientras el paciente respira por una boquilla los vapores. Tras una intranquilidad inicial, el paciente comienza a dormirse y después de inhalar el éter durante algunos minutos pierde la conciencia, la sensibilidad, la motilidad y los reflejos. Fue entonces cuando Morton dijo: ”Dr. Warren su enfermo está listo”.
La operación duró cinco minutos, el paciente no sintió dolor y no fue necesario que lo sujetaran ni lo ataran. Warren con el bisturí en la mano se dirigió a los asombrados asistentes diciendo: “caballeros, aquí no hay engaño”.
Otro eminente cirujano de Harvard, el Profesor Henry Bigelow expresaba: ” hoy se ha visto algo que dará la vuelta al mundo” y su colega Oliver Holmes sugiere llamar al experimento de Morton, anestesia.
La historia de este descubrimiento extraordinario para toda la humanidad fue desdichada para sus protagonistas. Morton lo patentó pero los Drs. Long, Wells y Jackson disputando la prioridad hicieron pleitos. Wells se suicidó. Morton murió amargado y pobre.
A la hora del reconocimiento póstumo del descubrimiento de la anestesia, la idea que prevaleció fue que la parte principal del honor, correspondía a Morton, sin desconocer los méritos de Long, Wells y Jackson.
Quedó también el gran descubrimiento en el arte de la pintura con la obra al óleo de Robert Hinckey, que representa la histórica escena en matices claros y obscuros de marrones con blanco, y que se admira en la Librería de Medicina de Boston.
Un graduado sensible de Harvard, el Dr. Mitchel médico y poeta escribiría:


“Por muchos triunfos que aún haya de gozar la mente,
por muchos dones que hayan de enriquecer a la humanidad,
ninguna hora sonará en todos los oídos,
ninguna hora tan dulce, como aquella en que la esperanza,
la duda y los temores, en medio de un silencio de creciente hondura,
miraban a un cerebro vehemente,
como dotado de voluntad divina, decretar la muerte del dolor.”
Los ciudadanos de Boston, en la tumba del Dr. Morton, en el monte Auburn, erigieron un monumento que lleva una inscripción del Dr. Bigelow:

“Inventor y revelador de la inhalación anestésica.
Antes de él, la cirugía fue siempre angustiosa.
Gracias a él, se eliminó y anuló el dolor en la cirugía.
Desde él, la ciencia domina al dolor”.
 


Primera demostración pública de la anestesia quirurgica
Foto 1
Pintura de Robert Hinckley (1882) “Primera demostración pública de la anestesia quirúrgica”.

 

William T Morton
Foto 2
William T. Morton.
 

 


Bibliografía

1) Peset J.L., Cirugía general, la lucha contra el dolor. T6: Historia de la Medicina Universal, Lain Entralgo Pag 298-1974.
2) Wagesteen O.H., La Cirugía geneal en los Estados Unidos, Anestesia. T6: Historia de la Medicina Universal, Lain Entralgo Pag 305-1974.
3) Morton, Leslie T.Garrison and Morton´s Medical Bibliography. London, 1954.
4) Goodman and Gilman. Historia y teorias sobre la anestesia general. Bases Farmacológicas de la terapéutica. Pag 26-33. 1989.
5) Atkinson R., Rushman G., Alfred Lee J., Anestésicos Inhalatorios, Eter, Pag 126. Editorial Panamericana 8ª ed. 1981.
6) Rev. Crónica de la medicina, Nº 8 “Entre la filosofía natural y la experimentación años 1800-1850. El éter y la narcosis, Pag 276-277.
7) Roqué Molina M. H., Roqué H. (h). La Supresión del dolor en un célebre descubrimiento. Rev. Médica de Córdoba vol 78. 1990



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