EDITORIAL
LAS NUEVAS ESTRATEGIAS PARA
INVENTAR ENFERMEDADES
THE NEW
STRATEGIES FOR DISEASE MONGERING
Eduardo Cuestas.
Revista Facultad de Ciencias
Medicas 2011; 68(3):89-93
Eduardo Cuestas. Servicio de
Pediatría y Neonatología. Hospital Privado. Cátedra de
Clínica Pediátrica. Facultad de Ciencias Médicas.
Universidad Nacional de Córdoba.
ecuestas@hospitalprivadosa.com.ar
La percepción de la salud se encuentra cada vez más
bombardeada por una serie de mensajes seductores que afirman
que al ideal de salud se llega mediante el consumo de
fármacos, operaciones u otras intervenciones médicas que
producen bienestar aparente.
En las sociedades occidentales contemporáneas, basadas en la
maximización de beneficios económicos sobre todas las cosas,
es cada vez más frecuente que los pacientes, sean
trasmutados a clientes-consumidores, y éstos, en forma
paulatina y creciente se hayan ido acostumbrando a comprar,
dentro de las posibilidades y coberturas de cada quien, todo
aquello que desean, anhelan o entiendan que los hará
felices.
Así, estimulados por la industria biomédica y ciertas
corporaciones profesionales, hombres y mujeres han asistido
al advenimiento de los llamados “fármacos de estilos de
vida” (lifestyle drugs), destinados al tratamiento de
potenciales riesgos como si fueran enfermedades reales y se
padecieran en el presente.
La multiplicación de estos fármacos, junto con las nuevas
técnicas de comunicación y marketing, indispensables para
dar a conocer las novedades en el mercado de la medicina,
han dado el sustento necesario para la creación de las
estrategias denominadas «de invención de enfermedades y
enfermos» (disease mongering). Esta nota procura llevar a
una profunda reflexión sobre las estrategias de marketing y
comunicación de la industria biomédica y de algunos grupos
médicos, que tanto dirigidas a la comunidad de
clientes-consumidores tanto como a pacientes “enfermos”
potenciales, están surgiendo como un grave problema para la
salud pública, al convertir a personas sanas en enfermas,
desperdiciando así valiosos recursos, además de causar
numerosos eventos adversos y otros severos daños
colaterales.
Especulando Ivan Illich sobre la construcción social de la
enfermedad, aseveraba que en cada sociedad la medicina, como
el derecho y la religión, define lo que es normal, propio o
deseable. A través de la idea de la medicalización, hacía
énfasis en la autoridad de los profesionales sanitarios para
establecer los límites de lo normal y catalogar como
enfermedades conductas poco convencionales dentro de una
sociedad, calificándolas de desviaciones y tratándolas
mediante la prescripción de fármacos u otras intervenciones
médicas.
La noción de «invención de enfermedades», fue creada por la
periodista Lynn Payer en la última década del siglo pasado,
y alude a las estrategias de la industria biomédica para
fomentar el consumo de fármacos e intervenciones médicas, al
ampliar la definición de enfermedades, enfermos y riesgos
más allá de lo que la evidencia científica puede justificar.
Mediante el mensaje y la utilización explícita o encubierta
de los medios masivos de comunicación, el marketing
biomédico con el fin de ampliar los mercados dónde actúa
como agente catalizador en la construcción social de
enfermedades.
El marketing supone una de las partidas presupuestarias de
mayor costo para las compañías biomédicas. La finalidad es
elaborar estrategias de persuasión que operan en una doble
sentido. Por un lado, simplifican los mensajes, haciendo
accesible la información que requiere un conocimiento
especializado, universalizando artificialmente dicho
“conocimiento”. Y por el otro, se convierten en una
interesante fuente de ingresos para los medios de
comunicación, incluidas las revistas científicas, que pueden
llegar a condicionar
la información al ser aceptadas acríticamente por el público
y los profesionales de la salud. Este control que ejercen
directa o indirectamente sobre las publicaciones
especializadas, los hace ser uno de los filtros más
importantes para la publicación y difusión del conocimiento
médico en la actualidad.
Este afán irrefrenable por incrementar las ventas, puede
evidenciarse mediante un examen atento y exhaustivo de la
literatura, donde puede observarse que la información que se
ofrece no siempre es neutral. Moynihan y colaboradores, de
la universidad australiana de Newcastle, enmarcan dichas
estrategias en cinco ideas básicas que afectan a todos los
grupos etarios. Merece ser destacado que estas estrategias
afectan a los hombres, pero como se verá afectan con mayor
asiduidad a las mujeres. La primera estrategia es la de
redefinir y aumentar la prevalencia de las enfermedades,
mostrando síntomas y problemas poco frecuentes como
epidemias.
La segunda estrategia reside en promocionar el tratamiento
de problemas leves o de mediana gravedad como indicios de
enfermedades más graves.
La siguiente estrategia gravita en transformar los riesgos
en enfermedades.
La cuarta estrategia es la de aumentar la preocupación sobre
futuras enfermedades en poblaciones sanas.
La quinta estrategia se asienta en introducir nuevos
diagnósticos haciendo ver trastornos de salud con necesidad
de tratamiento en los que realmente son problemas personales
y sociales, como por ejemplo la timidez, o la vergüenza
tratadas como fobias.
La utilización subliminal de “campañas de concienciación
sobre enfermedades” (disease awareness) dada la prohibición
de hacer publicidad en los medios de comunicación masivos
sobre productos farmacológicos que necesitan prescripción
obligatoria, aparecen éstas supuestamente bienintencionadas
“campañas de concienciación sobre enfermedades” para
estimular una mayor demanda de los productos por los propios
consumidores. Estas campañas, financiadas por empresas
farmacéuticas, no mencionan el nombre comercial de ningún
medicamento, por lo que se pueden difundir en los medios de
comunicación masivos. Tienen como objetivo la
sensibilización, concienciación y naturalización de ciertos
problemas, incitando a los virtuales afectados a consultar a
un especialista sobre sus posibles tratamientos. Además,
suelen ir asociadas a los “fármacos para los estilos de
vida”.
Las acciones previas se complementan con la publicidad en
revistas científicas, y la publicación de trabajos
efectuados por investigadores empleados por la industria
biomédica, en las que el público a que se apunta es
directamente quien tiene habilitación legal para recetar.
El argumento que justifica la publicidad de fármacos en
estas revistas es ser fuente de información sobre las
novedades terapéuticas y farmacológicas para los
profesionales de la salud. No obstante, hay que deducir que,
como parte indispensable del modelo económico, la eficacia
de la publicidad se ve acreditada por un incremento
significativo de las ventas; y por otro lado, de las
revistas científicas tienen en la publicidad de fármacos de
prescripción obligatoria la fuente principal de ingresos de
ingresos, si es que no han sido compradas directamente por
la industria biomédica diversificada, es significativo un
sello editorial que se ve cada vez con más frecuencia en la
tapa tanto de libros como revistas..
Debe destacarse el descubrimiento de importantes sesgos de
información en las publicidades médicas, relacionados
especialmente con la presentación de datos parciales sobre
los beneficios y perjuicios absolutos y relativos, como así
también sobre el número necesario de pacientes a tratar y
análisis por intención a tratar, ya que en ocasiones
reflejan las conclusiones más positivas de los ensayos
clínicos, mediante interpretaciones sesgadas de sus
resultados, no siempre basadas en la mejor evidencia
científica disponible.
En un tentativa de acotar y definir las características de
los consumidores, se ha observado una sobrerrepresentación
de las mujeres, en particular en la publicidad de fármacos
psicotrópicos, o de los hombres en las campañas relacionadas
con fármacos para el tratamiento de enfermedades
cardiovasculares. Esto es, las acciones de promoción de
medicamentos repercuten en la salud de ambos sexos al
condicionar los hábitos de prescripción de los profesionales
de la salud incitados por los sesgos de información
divulgados en revistas científicas.
Además de la publicidad de fármacos en revistas médicas, la
industria biomédica procura estimular las ventas mediante
múltiples estrategias de marketing, como el patrocinio de
cursos de formación continua, becas y viáticos de viaje para
la asistencia a congresos o material promocional. Es
incuestionable que la industria farmacéutica y la ciencia
médica son codependientes. Ni la dinamización del mercado
farmacéutico, ni la investigación o la educación médica
continua pueden funcionar sin esta cooperación, en las
condiciones actuales. Y a pesar de que es lícito que la
industria farmacéutica utilice estrategias de marketing para
dar a conocer sus productos, también es cierto que hay que
limitar la dependencia económica que el sector de la salud,
especialmente el médico, tiene todavía de ella para
garantizar una mayor transparencia en la toma de decisiones.
Las páginas web de las sociedades científicas, por otro
lado, en ocasiones muestran logos de la industria
farmacéutica y enlaces a páginas de algún laboratorio. Esto
puede suponer un conflicto de intereses por parte de
aquellos que velan por la salud de los ciudadanos, pues la
información que se facilite a través de estas asociaciones
debería estar exenta de publicidad, pues cada vez son más
consultadas por los pacientes..
Para terminar, la industria biomédica efectúa valiosos
hallazgos para el tratamiento eficaz de ciertas
enfermedades, y por ello debería ganarse el respeto de la
comunidad. No se alcanza respetabilidad y credibilidad
pública definiendo qué es lo normal y socialmente aceptable,
o qué debe ser tratado con fármacos, con la intención de
influir en las percepciones y decisiones de quienes
prescriben, ni ejerciendo presión sobre los potenciales
consumidores que, a su vez, están cada vez más informados
por fuentes de dudosa credibilidad o sujetas a conflicto de
intereses, confinando a los profesionales que pueden
prescribir al mero papel de intermediarios. Los
profesionales y responsables de la salud pública se
enfrentan al desafío urgente de defender la salud de los
ciudadanos mediante intervenciones de limitación de los
efectos adversos de las estrategias agresivas de promoción
de fármacos. El conocimiento de la existencia de organismos
reguladores, a los cuales puede denunciarse el
incumplimiento de los códigos de buenas prácticas para la
promoción de medicamentos, evitando así este tipo de sesgos,
es entonces esencial.
En nuestro país debe solicitarse a las autoridades que de
manera perentoria regulen para beneficio de los usuarios la
comunicación comercial de medicamentos e intervenciones
biomédicas.
Por ahora una responsabilidad ineludible de esta revista es
velar por una información biomédica
responsable,independiente y basada en las mejores evidencias
científicas disponibles.
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