TRABAJO DE REVISIÓN
Clasificación de la
fibromialgia: ¿existen distintos tipos de pacientes?
Rafael Belenguer MD, PHD1
; Antoni Sisó MD, PHD2
; Manuel Ramos-Casals MD,
PHD3
Revista Facultad de Ciencias
Medicas 2009; 66(4): 146-158
1 Unidad de Fibromialgia,
Hospital 9 d’Octubre, Valencia
2 CAP Les Corts, GESCLINIC, Hospital Clínic, Barcelona
3 Servicio de Enfermedades Autoinmunes, IDIBAPS, Hospital
Clínic, Barcelona
Correspondencia
Dr. Rafael Belenguer Prieto
Unidad de Reumatología
Hospital 9 d’Octubre, Valencia
e-mail: rbelenguer@gmail.com
Trabajo realizado con el apoyo de la Fundació La Marató de
TV3 (proyecto 071810)
1. Introducción
La fibromialgia (FM) es una de las enfermedades que con más
frecuencia provoca dolor crónico en la población. Se
caracteriza por un estado doloroso crónico, generalizado, no
articular, con afectación predominante de los músculos y
raquis, y que presenta una exagerada hipersensibilidad en
múltiples puntos predefinidos ("tender points"), sin
alteraciones orgánicas demostrables (1). Típicamente se
asocia a una gran variedad de síntomas entre los que
destacan la fatiga persistente, el sueño no reparador, la
rigidez generalizada y los síntomas ansioso-depresivos.
La FM fue reconocida como enfermedad por la Organización
Mundial de la Salud (OMS) en 1992, y tipificada en el manual
de Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-10) con
el código M79.0 (2). También ha sido reconocida en 1994 por
la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (IASP)
y clasificada con el código X33.X8a (3). No obstante, dada
la ausencia de patología orgánica específica demostrable, la
carencia de una prueba diagnóstica confirmatoria objetiva,
la frecuente asociación con problemas psicopatológicos y el
gran impacto sobre los recursos sanitarios, la FM suele
generar con facilidad situaciones clínicas conflictivas y
discusiones científicas polémicas. La gran heterogeneidad en
la expresión clínica de la FM, junto con la falta de
instrumentos estandarizados para ordenar y clasificar los
distintos síntomas y presentaciones clínicas, contribuyen
aún más al desasosiego y en ocasiones impotencia que surge
al atender a los pacientes. Es innecesario resaltar la
importancia de disponer de una clasificación de la FM capaz
de identificar grupos de pacientes más homogéneos,
candidatos por tanto a recibir unas pautas diagnósticas y
terapéuticas más individualizadas.
2. Epidemiología
La FM es un enorme problema de
salud dada su elevada prevalencia y morbilidad, que produce
un elevado consumo de recursos sanitarios (4). Es una
enfermedad que altera la calidad de vida relacionada con la
salud (CVRS) de los pacientes que la sufren, especialmente
en las áreas de función física, actividad intelectual,
estado emocional y calidad del sueño, influyendo de forma
determinante sobre la capacidad para el trabajo, así como en
la vida familiar y social (5).
Afecta principalmente a las mujeres (80-90%), considerándose
que es el diagnóstico más frecuente en las mujeres de 20 a
55 años de edad que refieren dolor musculoesquelético (6).
Según los diferentes estudios, la prevalencia de la FM se ha
estimado entre un 2 y un 3 % de la población general (7,8).
La edad media al diagnóstico depende de la población
estudiada, siendo con mayor frecuencia entre los 30 y 60
años (7,8). Wolfe et al observaron que el porcentaje de
pacientes con dolor musculoesquelético difuso crónico
aumentaba progresivamente con la edad, con un 23% de
incidencia en el séptimo decenio (7), para después
disminuir, pero aún llegando a afectar a un 8%, a mujeres
entre los 70 y 79 años No se conoce la causa de esta menor
prevalencia de la FM en varones respecto a la de las
mujeres, ni tampoco qué factores pueden explicar dicha
diferencia (9). Otro estudio muestra que la FM está presente
en el 2-5% de la población general y el 5-20% de los
pacientes que solicitan atención médica (10).
En la población general española se ha observado una
prevalencia de la enfermedad del 2,73%, siendo de un 4,2%
para el sexo femenino y de 0,2% para el masculino (11). Por
tanto, se podría estimar una cifra de 1200000-1900000
mujeres afectadas a nivel nacional.
3. Diagnóstico
Para diferenciar la FM de otros síndromes con sintomatología
parecida, el "American College of Rheumatology" (ACR)
auspició en 1990 un estudio multicéntrico para lograr
unificar y homogeneizar unos criterios clasificatorios, que
en la práctica clínica se han aceptado internacionalmente
como criterios diagnósticos (12). Con estos criterios, el
diagnóstico de FM es válido con independencia de otros
diagnósticos asociados (12).
Los criterios permiten la identificación de la FM con una
sensibilidad del 88% y una especificidad del 81%:
- Historia de dolor difuso, generalizado, crónico, presente
durante más de tres meses de duración. Se considera dolor
generalizado cuando está presente en los cuatro cuadrantes
del cuerpo, ambos lados del cuerpo y por encima y debajo de
la cintura. Además, debe existir dolor en el esqueleto axial
(columna cervical y pared torácica anterior, columna dorsal
y columna lumbar).
- Dolor a la presión en al menos 11 de los 18 puntos
dolorosos (9 pares). Estos puntos corresponden a las áreas
más sensibles del organismo para estímulos mecánicos o de
umbral más bajo. Los puntos dolorosos se exploran
presionando con el pulpejo del dedo pulgar o de los dedos
segundo y tercero con una fuerza aproximada de 4 kg/1,54 cm2
en el lugar anatómico correspondiente (10). Esta presión se
corresponde de forma aproximada, con el cambio de coloración
subungueal del dedo del explorador que se produce al
presionar. Para que un punto se considere positivo, el
sujeto explorado tiene que afirmar que la palpación es
dolorosa, no considerándose positiva la palpación sensible,
o bien la realización por parte del paciente de algún acto
reflejo como muecas o un movimiento consistente en retirar
el cuerpo hacia atrás o hacia el lado contrario del
explorador, reacción que se conoce con el nombre de “reflejo
de retirada” o “signo del salto”. Se recomienda no ir a
explorar directamente los puntos, sino ir acercándose de
forma progresiva a los mismos.
Aunque han sido propuestos varios mapas con puntos dolorosos
(13-15), los pares de puntos recomendados y que deben
valorarse son los siguientes (Figura 1):
- Occipucio: en las inserciones de los músculos
suboccipitales (entre apófisis mastoide y protuberancia
occipital externa).
- Cervical bajo: en la cara anterior de los espacios
intertransversos, a la altura de C5-C7.
- Trapecio: en el punto medio del borde posterior.
- Supraespinoso: en sus orígenes, por encima de la espina de
la escápula, cerca del borde medial.
- Segunda costilla: en la unión osteocondral.
- Epicóndilo: a 2 centímetros, distal al epicóndilo.
- Glúteo: en el cuadrante superoexterno de la nalga.
- Trocánter mayor: en la parte posterior de la prominencia
trocantérea.
- Rodillas: en la almohadilla grasa medial próxima a la
línea articular.
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Figura 1. Pares de puntos
dolorosos a valorar en el paciente con
fibromialgia |
4. Clasificación de la
Fibromialgia
La gran heterogeneidad en la expresión clínica de la FM
suele provocar, en la práctica diaria, una importante
sensación de impotencia debido a la falta de indicaciones
clínicas y terapéuticas claras a seguir ante cada paciente.
Cada vez son más los autores que consideran la FM como un
síndrome somático funcional (16) junto a otros procesos
similares como el síndrome de fatiga crónica o el del
intestino irritable (con los que, por cierto, comparten una
gran cantidad de manifestaciones y alteraciones
psicopatológicas).
Los estudios respecto a la definición de subgrupos de
pacientes con FM con un determinado perfil son muy limitados
(17,18), y no suelen venir acompañados de pautas distintas
de actuación en función del subgrupo.
La clasificación que proponemos incluye los principales
procesos y situaciones clínicas que puede presentar el
paciente con FM recogidos en varios estudios anteriores
(19-22) (Tabla 1).
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TABLA 1.
Clasificación de la fibromialgia |
4.1. Fibromialgia idiopática (Tipo I)
Este subgrupo, denominado por Müller et al (20) como “FM
con sensibilidad extrema al dolor no asociada a procesos
psiquiátricos”, fue identificado por Giesecke et al (19) en
2003 gracias a un exhaustivo análisis psicopatológico
realizado en 97 pacientes con FM centrado en la evaluación
de tres aspectos: estado de ánimo (evaluado con los
cuestionarios CES-D y STPI), área cognitiva (evaluado con
algunas de las subescalas del cuestionario CSQ) e
hiperalgesia (analizado mediante dolorímetro y metodología
MRS). Los autores identificaron un pequeño grupo de
pacientes (un 16%, todas mujeres) que presentaban un perfil
psicopatológico diferencial, caracterizado por valores
normales de estado de ánimo, valores muy bajos de
catastrofización y un elevado nivel de control percibido
sobre el dolor en el cuestionario CSQ, a pesar de lo que
mostraban una extrema hiperalgesia en las pruebas de dolor
provocado.
En este subgrupo de pacientes no se identifican procesos
sistémicos o locales asociados, ni enfermedades
psiquiátricas, y por tanto se desconoce por completo la
etiopatogenia del proceso. Muller et al (20) compararon el
perfil de citocinas circulantes de 25 pacientes tipo I con
13 pacientes con FM tipo II, encontrando niveles
significativamente elevados de TNFa, IL-1 alpha e IL-10 en
el tipo I. Estos datos sugerirían la posible existencia de
alteraciones inmunológicas locales, quizá relacionadas con
las terminaciones nerviosas, entrando en el campo de la
neuroinmunología. Las hipótesis más recientes sobre la
etiopatogenia del dolor crónico sugieren un papel clave de
la inmunidad innata del sistema nervioso central en la fase
de inducción consciente de la hipersensibilidad, con la
implicación entre otros de los receptores tipo Toll de la
microglía (23).
4.2. Fibromialgia asociada a enfermedades crónicas (Tipo
II)
A pesar de que se han descrito casos de FM en pacientes
con enfermedades crónicas de casi cualquier etiología
(degenerativa, autoinmune, endocrinológica, infecciosa o
neoplásica), no cabe duda que la gran mayoría de casos se
diagnostican en pacientes con enfermedades crónicas que
cursan con disfunción y sobre todo con dolor diario (en
mayor o menor grado). La mayoría de estas enfermedades
pueden encuadrarse dentro del ámbito reumatólogico y
autoinmune.
4.2.1. Fibromialgia asociada a enfermedades sistémicas
(Tipo IIa)
No cabe duda de que el primer criterio clasificatorio de
FM propuesto por el ACR (historia de dolor difuso,
generalizado, crónico, presente durante más de tres meses de
duración) lo cumple un porcentaje notable de los pacientes
con las enfermedades reumatológicas y autoinmunes sistémicas
más frecuentes, desde la AR y las espondiloartropatías
inflamatorias hasta las autoinmunes sistémicas como el LES,
las miopatías inflamatorias y, especialmente, el SS.
La presencia de FM en pacientes diagnosticados de estas
enfermedades es variable (Tabla 2). Es importante destacar
el perfil epidemiológico de estos pacientes, ya que las
mayores frecuencias de FM asociada se observan en aquellas
enfermedades con un perfil epidemiológico idéntico al de la
FM, como son la AR y el SS (mujeres de mediana edad).
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TABLA 2.
Prevalencia de la FM en pacientes con enfermedades
crónicas. |
Para una adecuada clasificación de estos pacientes, el
primer paso es asegurar por parte del especialista
correspondiente el cumplimiento riguroso de los criterios
clasificatorios vigentes para las respectivas enfermedades
reumatológicas y autoinmunes, con el fin de poder
diferenciarlos con claridad de los pacientes con FM tipo III
que pueden presentar, dentro del espectro clínico de la
enfermedad, manifestaciones reumatológicas o autoinmunes
aisladas.
En este subgrupo de pacientes, la principal hipótesis
etiopatogénica sería la aparición de la FM como consecuencia
del carácter crónico de sus enfermedades de base, para lo
que resulta especialmente importante definir con la mayor
exactitud posible el momento temporal de diagnóstico de la
enfermedad de base y la fecha en la que se diagnosticó la
FM. En ocasiones no es fácil, e incluso podrían incluirse en
este grupo pacientes con aparición simultánea de ambos
procesos, pero siempre debe intentarse separar en el tiempo
la aparición de la enfermedad de base respecto a la FM.
El segundo paso importante en la clasificación de estos
pacientes es una adecuada evaluación psicopatológica. Un
excelente estudio de Blasco et al (21) ha permitido definir
dos perfiles psicopatológicos perfectamente diferenciados en
el paciente con FM mediante el uso del Inventario de
Personalidad Multifásico de Minnesotta (MMPI), uno de los
instrumentos más utilizados en la evaluación psicológica
del dolor crónico. Los perfiles que se obtienen mediante
este cuestionario permiten, por ejemplo, discriminar entre
casos de dolor orgánico y dolor psicógeno, evaluar el nivel
de incapacidad en estos sujetos o predecir resultados en los
tratamientos.
Blasco et al (19) definen un primer perfil psicopatológico
(perfil A) como el asociado a la existencia de enfermedades
crónicas, en el que predomina la sintomatología
ansioso-depresiva con una importante influencia mutua entre
ambos procesos (perfil psicopatológico en el MMPI-2 tipo
DC). Son pacientes que muestran preocupación por los
síntomas somáticos y por los problemas de salud, ante los
que muestran una ansiedad leve. Por ello son propensas a
desarrollar síntomas físicos bajo estrés como temblores,
mareos y fatiga. Socialmente son competentes, mostrándose
expresivas, pero también inhibidas. Tratan de normalizar su
vida sobreponiéndose a sus síntomas, mirando las cosas por
el lado positivo y evitando lo que pudiera ser desagradable
o perturbador de la enfermedad, pero evitan sutilmente la
responsabilidad. No están incapacitadas para la vida diaria,
pero son ineficaces y se cansan con facilidad. La
identificación de este tipo de perfil psicopatológico por
parte del especialista (Tabla 3) supone una gran ayuda para
poder clasificar correctamente a este subgrupo de pacientes.
TABLA 3. Principales rasgos psicopatológicos
de los pacientes con FM (clasificación de Blasco et
al, 21)
1. Perfil psicopatológico A
- Preocupación por síntomas somáticos
- Ansiedad leve frente a los problemas de salud,
- Propensión a desarrollar síntomas físicos bajo
estrés
- Competencia social (personas expresivas)
- Desean ser consideradas como confiadas en sí
mismas, ale¬gres, amistosas, cariñosas, y
responsables
- Intención de normali¬zar su vida y sobreponerse a
sus síntomas
- Conductas de evitación sobre lo que puede ser
desagradable o perturbador
- Evitación sutil de la responsabilidad
- Consideradas dependientes más por los otros que
por ellas mismas.
2. Perfil psicopatológico B
- Recursos limitados para afrontar el estrés
- Demandantes de ayuda ante la percepción de
dificultades
- Mayor énfasis en los síntomas cognitivos,
sensoriales, musculoesqueléticos y neurológicos.
- Síntomas de confusión, miedo y malestar
- Personalidad reservada, no comprometida, con
tendencia a la ensoñación y la fan¬tasía
- Alto nivel de ansiedad, tensión y disforia.
- Nivel de dependencia elevado
- Miedo a los conflictos, inhibición de la ira y
tolerancia al dominio.
- Introversión, falta de confianza en sí mismas
- Sensibilidad e hiperreactividad fácil ante las
críticas
- Sentimientos de sentirse maltratadas, propensión a
ser controla¬das y sumisas
- Extrema vulnerabilidad a pertur¬barse por
decepciones o dificultades; tendencia a abandonar
ante la menor ansiedad.
- Refieren rumiaciones, disforia, cambios de hu¬mor,
aprensión, preocupaciones, fatiga, pesimismo, falta
de interés, autocrítica e irritabilidad.
- Baja autoestima y bajo umbral para la autocensura
y autocrítica
- Frecuencia elevada de trastornos de personalidad
(clúster C, clúster A, clúster B)
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4.2.2. Fibromialgia asociada a enfermedades crónicas
locorregionales (Tipo IIb)
Se ha descrito la existencia de FM en pacientes con
procesos locorregionales de evolución crónica, de los que
destacan las alteraciones estructurales mecánicas o
degenerativas extensas del raquis (lumbalgia crónica) y las
enfermedades metabólicas óseas, como la osteoporosis y la
osteomalacia.
En estos pacientes pueden aplicarse las mismas
recomendaciones que en el grupo anterior, centrando todos
los esfuerzos en controlar los principales síntomas de su
enfermedad de base.
4.3. Fibromialgia en pacientes con enfermedades
psicopatológicas (Tipo III)
La existencia de pacientes con FM con una grave
alteración en la esfera psicopatológica fue sugerida por
Giesecke et al (19) en su estudio de 2003, al identificar un
subgrupo de pacientes con valores muy alterados en el
estudio del dominio psicosocial (índices muy elevados en el
análisis de síntomas depresivos mediante el cuestionario CES-D
y de ansiedad mediante el cuestionario STPI) y una
disociación significativa en el estudio del dominio
cognitivo mediante el cuestionario CSQ (altos valores en la
subescala de catastrofización y valores muy bajos en la
escala sobre autocontrol del dolor).
El aspecto clave en la clasificación de estos pacientes es
intentar llegar a un diagnóstico de alteración
psicopatológica previa al diagnóstico de la FM. En este
subgrupo de pacientes resulta crucial la contribución del
psiquiatra, que debe evaluar con detalle los aspectos
psicopatológicos y sociales que influyen en el estado de
salud del paciente, por medio de cuestionarios autoaplicados
como el "Symptom Checklist" (SCL-90R), el "Illness Behavior
Questionnaire" (IQB), el "Chronic Illness Problem Inventory"
(CIPI), el "Minnesota Multiphasic Personality Inventory "(MMPI)
o el "Beck Depresión Inventory" (BDI) (24-26).
La FM en estos pacientes se considera una manifestación
somática de un proceso psicopatológico subyacente tanto de
tipo afectivo como de personalidad (21), en la que el dolor
sería el medio a través del cual los pacientes canalizarían
todo su males¬tar psicológico subyacente. Según Blasco et al
(21), son los pacientes con FM que presentan mayores
desajustes a nivel psicológico, un perfil al que denominaron
perfil psicopatológico B (perfil DP según el MMPI-2). Son
pacientes con recursos limitados para afrontar el estrés y
demandar ayuda ante la percepción de dificultades, confusión
y malestar. Se caracterizan por ser pacientes reservadas,
poco comprometidas y con tendencia a la ensoñación y la
fan¬tasía. Manifies¬tan características de dependencia más
graves que el grupo A con miedo a los conflictos, inhibición
de la ira y tolerancia al dominio, con un mayor nivel de
ansiedad, tensión y disforia. Son introvertidas, carecen de
seguridad en sí mismas, son muy controla¬das y sumisas y
manifiestan una baja autoestima, con sentimientos de
sentirse maltratadas. Sensibles e hiperreactivas a las
críticas, se ofenden con facilidad ante las demandas, con un
senti¬miento de gran estrés y de extrema vulnerabilidad a
perturbarse por decepciones o dificultades y una tendencia a
abandonar ante la menor ansiedad. Manifiestan además temor a
que un repentino acontecimiento inesperado produzca una
pérdida de control. Admiten con facilidad defectos
personales e interpersonales, con un bajo umbral para la
autocensura y autocrítica (Tabla 3).
En cuanto a la presencia de rasgos de trastornos de la
personalidad en estos pacientes, cabe decir que las
pacientes que configuran este tipo de perfil presentan
rasgos más elevados de trastorno de personalidad evitativo,
dependiente, obsesivo (clúster C), paranoide, esquizoide,
esquizotipico (clúster A) y límite (clúster B). Son menos
histriónicas y narcisistas que la población normal, un dato
que según Blasco et al (21) contrasta con la visión que se
suele tener de ellas por el colectivo médico en general.
Respecto a los rasgos de trastorno de personalidad
antisocial, son similares a los que presenta la población
normal.
En conclusión, las pacientes que se engloban dentro de este
grupo se caracterizan por poseer un mayor desajuste general,
sentimientos de inmadurez personal y estrés subjetivo que el
grupo A, por lo que se aconseja que su patología sea
abordada principalmente desde el ámbito de la salud mental
(21).
Los síntomas asociados a la FM, dada su variabilidad, nos
pueden llevar a considerar en este subgrupo de pacientes la
existencia de enfermedades reumáticas o autoinmunes. Así, la
presencia de artralgias (muy raramente, artritis), mialgias,
fatiga, fiebre, edema de partes blandas, cefalea,
alteraciones digestivas y sequedad de mucosas, puede
fácilmente llevar al clínico a añadir a la FM el diagnóstico
de una enfermedad sistémica, especialmente si se añaden
algunas alteraciones analíticas (citopenias) o
inmunológicas. El perfil clínico e inmunológico del paciente
con FM debe ser analizado con detalle por un especialista en
enfermedades reumáticas/autoinmunes sistémicas. Así, deben
diferenciarse las alteraciones inmunológicas que con cierta
frecuencia puede presentar el paciente con FM (anticuerpos
antitisulares como los antinucleares y antimúsculo liso, o
factor reumatoide a títulos bajos) de los marcadores
inmunológicos más específicos de las enfermedades
reumatológicas y autoinmunes sistémicas (antiDNA a títulos
elevados, hipocomplementemia marcada, anticuerpos antiENA o
anticitrulinados) (Tabla 4).
TABLA 4. Alteraciones inmunológicas que
obligan a realizar un estudio específico de
coexistencia con una enfermedad autoinmune sistémica
o reumatológica definida.
- Anticuerpos antinucleares a títulos elevados (>
1/320)
- Factor reumatoide a títulos elevados (>200)
- Crioglobulinemia >1%
- Hipocomplementemia (descenso de C3 y/o C4)
- Anticuerpos anti-Ro/La
- Anticuerpos anti-Sm
- Anticuerpos anti-Scl70/anti-topoisomerasa I
- Anticuerpos anti-DNA a títulos elevados (>50)
- Anticuerpos anti-CCP
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4.4. Fibromialgia simulada (Tipo IV)
El enorme impacto mediático y social de la FM ha
originado un aumento exponencial de las consultas que
reciben especialmente los médicos de atención primaria y los
reumatólogos por parte de pacientes que presentan un cuadro
clínico que sindrómicamente sugiere una FM. Una parte de
estos pacientes (en nuestra experiencia de una Unidad
especializada en FM, el porcentaje es del 10%) (Tabla 5)
simulan el padecimiento de una enfermedad cuyas
características son fácilmente conocidas a través de
Internet y que no posee una prueba o grupo de pruebas
objetivo que permitan un diagnóstico de certeza.
 |
TABLA 5.
Porcentaje de los distintos subgrupos
clasificatorios en la Unidad de Fibromialgia del
Hospital 9 d’Octubre de Valencia (n=218) |
El objetivo
principal de este subgrupo de pacientes suele ser la
obtención de una baja laboral permanente, y suele ser casi
patognomónico que, una vez conseguida, dejen de acudir a las
visitas.
No existe ninguna pauta protocolizada para identificar estos
pacientes. El protocolo de estudio de nuestra Unidad de FM
que solemos aplicar en ámbitos periciales incluye cuatro
pruebas objetivas de evaluación (Tabla 6), de las que se
disponen mediciones objetivas esperables tanto en la
población general como en pacientes con FM. La obtención de
valores extremos en cada una de estas pruebas identifica con
facilidad al paciente “simulador”.
TABLA 6.
Protocolo de estudio ante el paciente con FM y
sospecha de simulación.
1. Evaluación de los criterios de FM
(cuantificación de los puntos dolorosos)
2. Evaluación de los puntos dolorosos “control”
3. Cuestionario FIQ
4. Evaluación de la alodinia inducida por
esfigmomanómetro
5. Prueba de la marcha (6 minutos)
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5. Abordaje Terapéutico de los
Subgrupos Clasificatorios
5.1. FM tipo I
Este subgrupo de pacientes requiere un enfoque
terapéutico distinto al de la gran mayoría de pacientes con
FM. Algunos autores (19,20) sugieren para este subgrupo un
mayor beneficio de la terapia farmacológica centrada en el
síntoma principal, especialmente fármacos antidepresivos con
propiedades analgésicas, o incluso analgésicos puros
(simples o en combinación). La coordinación asistencial por
medio de protocolos diagnósticos y especialmente
terapéuticos entre los médicos de familia y las unidades
especializadas en el manejo del dolor crónico (allí donde
existan) es un elemento fundamental para el control de
síntomas en estos pacientes. La falta de patología
psiquiátrica elimina per se la utilidad de terapias
psicológicas o el uso de psicofármacos.
5.2. FM tipo II
Desde un punto de vista de actuación terapéutica, el
principal esfuerzo debe estar encaminado en controlar los
principales síntomas de la enfermedad de base, que puede ser
la inflamación articular en los pacientes con AR,
espondilitis y LES, la inflamación muscular (miopatías) u
otros síntomas tanto generales como locales (como la
sequedad en el SS). En todos estos pacientes suele ser muy
común el cansancio crónico y los dolores generalizados
articulares y musculares, manifestaciones que suelen
responder de forma positiva al uso de antipalúdicos como la
hidroxicloroquina. En los brotes agudos de estas
enfermedades resulta inevitable para su control el uso de
corticoides y en los casos más graves, inmunodepresores e
incluso terapias biológicas. El objetivo siempre debe ser
tener controlada al máximo la enfermedad reumatológica o
autoinmune de base, un hecho que nos ayudará en gran medida
a separar los síntomas de su enfermedad de base de aquellos
derivados del problema psicopatológico secundario.
Por supuesto siempre debe tenerse en cuenta la aparición
casi invariable de alteraciones psicopatológicas en todo
paciente con una enfermedad incurable de evolución crónica.
Una adecuada valoración psicopatológica deberá confirmar en
estos pacientes que los síntomas son reactivos a la
existencia del proceso de base, y que la sintomatología
psiquiátrica que presentan se considera como reactiva o
adaptativa a las dificultades que su¬pone padecer de forma
diaria los síntomas de su enfermedad de base. El enfoque
psicopatológico debe ser diferente respecto a los otros
subgrupos, y Giesecke et al (19) sugiere que el uso de
técnicas cognitivas conductuales en estos pacientes tendría
una menor posibilidad de ser eficaz.
Debido a su personalidad conversiva, son pacientes que
pueden ser resistentes a la comprensión de su problema y a
la intervención psicológica (21). Al no ser introspectivas,
prefieren las explicaciones médicas a hablar de los
problemas emocionales y toleran bien la ayuda.
5.3. FM tipo III
En este subgrupo de pacientes predomina el carácter primario
(inherente a la enfermedad) de la sintomatología
psicológica. El papel predominante de la alteración
psicopatológica, con elevados niveles de distress
psicopatológico, hace aconsejable la atención compartida
entre médico de familia y psicólogos y psiquiatras, por
medio de la utilización de técnicas conductuales y del uso
de fármacos como antidepresivos, inhibidores selectivos de
la recaptación de serotonina y otros psicofármacos. El
tratamiento exclusivamente psicoterapéutico de este subgrupo
de pacientes no debe nunca estar sólo centrado en los
síntomas físicos (principalmente el dolor), sino sobre todo
en tratar la enfermedad psiquiátrica subyacente.
Blasco et al (21) han propuesto una fórmula denominada
“índice de perfil psicopatológico en fibromialgia” (Ippc),
derivada del MMPI-2, capaz de discriminar entre los dos
tipos de perfiles psicopatológicos en el paciente con FM
(perfiles A y B), y que desde un punto de vista terapéutico
puede utilizarse como un indicador de gravedad
psicopatológica. La utilidad de este índice de cribado de
pacientes con FM, según el grado de psicopatología
subyacente, sería importante a la hora de decidir el tipo de
intervención psicoterapéutica adecuado para cada paciente.
Conclusiones
Una aproximación diagnóstica y terapéutica óptima en el
paciente con FM debe incluir el máximo nivel de
individualización de acuerdo a las características
específicas de cada paciente. En la práctica diaria suele
aplicarse todo lo contrario, indicando los mismos
tratamientos o abordajes a todo paciente con FM. La
clasificación de los pacientes con FM en subgrupos más
homogéneos permite una mayor individualización del
tratamiento, lo que augura un mayor éxito terapéutico.
Para poder clasificar correctamente a un paciente con FM,
recomendamos una evaluación diagnóstica individualizada por
parte de diversos especialistas (aproximación diagnóstica
mutidisciplinaria). En primer lugar debe confirmarse el
diagnóstico de la FM (médico de familia y/o reumatólogo),
para a continuación evaluar la existencia de posibles
enfermedades sistémicas asociadas (médico de familia /
reumatólogo / especialista en enfermedades sistémicas) o de
procesos crónicos locales (médico de familia / reumatólogo /
traumatólogo), y finalmente realizar un diagnóstico preciso
sobre los procesos/enfermedades de base psicopatológica
(psicólogo/psiquiatra)
La obtención de un diagnóstico claro en cada una de estas
cuatro áreas, así como el análisis en la relación temporal
de la aparición de los distintos síntomas o procesos,
permitirá la inclusión de cada paciente en cada uno de los
distintos subgrupos clasificatorios.
Referencias
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