HUMANISMO Y MEDICINA
El silencio es oro
Silence is golden
Eduardo Cuestas
Revista Facultad de Ciencias
Medicas 2013; 70(2):96
“Hay elocuentes silencios y palabras con siete
entendimientos”
Refrán español
La palabra silencio proviene del
latín sĭlĕtĭum, y ésta de silĕre, “estar callado”, de ella
derivan silencioso, silenciar y la antigua silepsis
(actualmente epilepsia). Muchas veces me he preguntado si
será por la última acepción, que hoy el silencio, el callar,
se considera una rareza, casi una enfermedad y encima una
enfermedad con connotaciones conceptuales, ideológicas e
históricas del período mágico-religioso de la medicina,
dónde el que padecía silepsis era considerado un poseso a
quién había que exorcisar.
Claramente se sigue prefiriendo el parloteo envenenado de
agumentum ad hominem, falacia muy habitual, en la que se
ataca ofensivamente al hombre o mujer con quién se discute,
en vez de tratar de refutar la falsedad de lo que afirma.
Pero a quién le importa la lógica y menos que menos,
argumentar usando la capacidad de raciocinio con templanza,
parsimonia, paciencia, tolerancia, sutileza y respeto por
los otros y por la verdad.
La lengua del latín lingua, “organo muscular situado en la
boca de los vertebrados y que sirve para gustar, deglutir y
articular sonidos”, “sistema de comunicación y expresión
verbal”, “sistema lingüístico plenamente definido, que posee
un alto grado de nivelación y es vehículo de una cultura
diferenciada” y que actualmente tanto se utiliza, pero ya no
es necesario deslenguar a nadie; hay formas más sutiles de
lograr que la usen como loros, para repetir lo que les
ingresa por medio de todas las nuevas y viejas tecnologías
de la información y comunicación. En apariencia estamos más
comunicados que nunca en la historia. Todo debe ser llenado,
no puede haber pausas, ni descanso, ni ocio, ni encuentro
con sí mismo. Distracción, alienación, diversión,
dispersión.
Callar, hacer silencio, escuchar al otro, poniéndose en su
lugar, no es algo que nos viene dado de forma innata, es
fruto de un largo proceso, de aprendizaje, estudio,
reflexión y práctica. William Osler decía en uno de sus
aforismos “Listen to the patient. He is telling you the
diagnosis”.
¿Sabemos los médicos controlar nuestra lengua? Esa lengua
que “es el timón del cuerpo, y quién la controla, domina
todo su espíritu”. Reflexionamos alguna vez si ¿somos
esclavos de nuestras palabras y propietarios de nuestro
silencios?
Qué decir, cuándo decirlo, a quién decírselo y cómo decirlo,
para que sea entendido y comprendido en el más cabal
sentido, no es tarea fácil.
La comunicación interpersonal en medicina es una área
fundamental de las capacidades del médico y lamentablemente
la aprehendemos (no aprendemos) por imitación de conductas
(buenas o malas) de nuestros colegas más experimentados en
los recorridos de salas, en el consultorio y hasta en el bar
de la esquina (del hospital).
Tan perentorio como enseñar a presentarse, hablar, escribir
y narrar correctamente a los alumnos mediante las reglas
básicas de buena educación que el médico debe practicar para
ser un profesional competente, es también indispensable
enseñar la práctica de la discreción, la mesura, la
ubicación contextual, y la capacidad de expresarse con tino,
circunspección, precisión y concisión; para saber callar
cuándo se hiere, cuando se ofende, cuando se alborota,
cuando se preocupa innecesariamente, cuando se altera,
cuándo es inútil hablar, cuando se supone que no podremos
ser comprendidos y muy especialmente cuando no sabemos.
Reconocer en la intimidad de nuestra conciencia, la propia
ignorancia, es el primer paso para impulsarse a seguir
aprendiendo, no sólo para ser un mejor médico, sino una
mejor persona que haga la vida más fácil a los pacientes.
Hay algunos a quiénes les gusta tanto prohibir
descaradamente y sin fundamentos científicos. Para ello es
necesaria tener agallas, convicciones, evidencias y una gran
responsabilidad; pero de ella, escribiré después. Para ser
consecuente y en honor al silencio
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