TRABAJO DE REVISIÓN
ALCOHOLISMO: APORTES
PRACTICOS PARA SU ABORDAJE.
ALCOHOLISM : A PRACTICAL APPROACH.
Fabián E.
Zárate*+°, Linda P Cortès **, Alfredo C. Passero+, Abel L.
L. Butti*+,
Revista Facultad de Ciencias
Medicas 2011; 68(3):107-118
* Servicio de Gastroenterología
Clínica Universitaria Reina Fabiola, UCC.
+Profesor de la Facultad de Medicina UCC.
°Jefe de Clínica Médica Instituto Provincial de Alcoholismo
y Drogas.
** Directora Instituto Provincial de Acoholismo y Drogas
Correspondencia autor:
zaratefabian@hotmail.com
Introducción
El consumo masivo de alcohol como fenómeno social en
aumento, tanto en las sociedades industrializadas como en
las zonas rurales, provoca un llamado de atención a los
Equipos de Salud para encontrar estrategias que conduzcan a
alguna solución a esta problemática.
Según un Primer Estudio Nacional sobre uso de drogas, año
1999 en Argentina (Sedronar), el 75 % de los argentinos
comienza a beber alcohol antes de los 18 años; es el primer
componente de las urgencias atendidas en los hospitales
públicos, presentes en el 55.7 % de los casos; 4 de cada 10
accidentes de tránsito tienen que ver con el consumo de
alcohol y un tercio de los mismos son protagonizados por
jóvenes de hasta 24 años.(1)
Una encuesta poblacional, no publicada, realizada por Salud
Mental de la ciudad de Córdoba en el año1997, que se
correlaciona con datos de encuestas nacionales de Sedronar,
evidencia: 26,4 % de abstemios; 12,0 % de ex bebedores; 41,1
% de bebedores moderados; 16,4 % de bebedores excesivos y
4,1 % de alcoholdependientes. Al mismo tiempo fue
desarrollada dicha encuesta en un hospital general de la
ciudad de Córdoba, en pacientes internados en varios
servicios del mismo, encontrándose un 21,6 % de bebedores
excesivos y un 21,6 % de alcoholdependientes; es decir que
suma, aproximadamente, más de un 40 % de bebedores
problemáticos en los distintos servicios encuestados.
La OMS considera dentro de la categoría de “consumo de
riesgo”, a la presencia de una ingesta de alcohol superior a
40 gramos/día o 280 gramos/semana en el varón y de 20 a 24
gramos/día o 170 gramos/semana en la mujer, así como la
presencia de un episodio mensual de consumo concentrado
(consumo en atracón), superior a 60 gramos en el varón y 40
gramos en la mujer, concentrado en el tiempo (4-6 horas) y
asociado con cierto grado de intoxicación alcohólica. Pero
vale aclarar ,que no es fácil fijar con precisión el límite
del “riesgo”, y las definiciones ambiguas como la de
“responsable o moderado e irresponsable” deberían
sustituirse por la de “bajo y alto riesgo”. La OMS, a su
vez, recoge la categoría de “consumo perjudicial” que causa
daño en la salud física y mental, pero excluye a lo social.
(8)
Todos estos datos que nos dimensionan aspectos cuantitativos
de esta problemática, nos lleva a incorporar este primer
concepto: el bebedor problema o problemático:“…que es un
consumidor de alcohol que comienza a ingerir cantidades
excesivas, con frecuencias regulares o irregulares, pero con
progresivas consecuencias en los ámbitos familiar, académico
o laboral y legal. Por tanto, estos consumidores de alcohol
hacen un uso inadecuado por cuantía o finalidad de la
bebida, u abuso del alcohol en términos de DSM-IV-TR. Pueden
representar hasta un 30 % de la población total…”
(1).
En nuestro medio, como expresáramos anteriormente, este
“bebedor problema” reúne a un 20 % de nuestra población
cordobesa (15 % de bebedores excesivos y 5 % de
dependientes). Estas cifras podrían variar o aumentar en
aquellas regiones de mayor arraigo cultural en el consumo de
alcohol.
Sin lugar a dudas y por lo anteriormente expresado, un
profesional de la salud debería pesquisar esta modalidad,
posibilitando así a la advertencia de consumos peligrosos y
propiciar hábitos saludables con “intervenciones breves”
(2)
o “muy breves”
(17),
para intentar un cambio de conducta cuando todavía no esté
presente la impregnación tóxica o alcoholdependencia.
Entre el primer contacto que tiene el sujeto y el padecer
una dependencia ocurre todo un proceso durante el cual
variables como: factores individuales, acciones biológicas
del alcohol, factores genéticos, situaciones de estrés,
presiones y refuerzos ambientales, etc., van a influir para
que se desarrolle hasta el final o se detenga en algún punto
del camino. Para Van Dijk existen 5 etapas que pueden
aproximar la evolución clínica: I- Primer contacto. II- Uso
experimental. III- Etapa de bebida integrada. IV- Etapa de
bebida excesiva. V- Estadio de dependencia. Debemos
entenderlo como un proceso dinámico, que algunas personas
pueden realizarla en forma rápida, otras se detendrán en una
etapa intermedia, otras avanzan o retroceden. La velocidad,
el sentido y la marcha estarán marcados por la
vulnerabilidad individual, sometida a la influencia de
múltiples factores. (3)
Clasificación
Existen diversos criterios en la clasificación del
alcoholismo: según la forma de beber, según la forma de
vincularse al alcohol, según la existencia o no de la
enfermedad psiquiátrica previa, según la cantidad y
frecuencia de consumo, etc.
Según el daño, el consumo de alcohol puede presentar
lesiones agudas o crónicas.
Los daños agudos pueden explicarse desde lo toxicológico,
incorporando el concepto de “trago”. Esta medida
estandarizada en unos 14 gramos, tiene una traducción en
sangre de unos 25 mg/dl (1 trago = a una lata de cerveza 330
cc = un vaso de vino de 120-140 cc = una medida de bebida
destilada de 30 cc); de vital interés en accidentología
cuando deben valorarse las dosis permitidas para el manejo
de transportes (el efecto neurotóxico del etanol en sujetos
no habituados se empieza a detectar con alcoholemias de 50
mg/dl, es decir, 2 tragos). La metabolización del etanol
tiene algunas variaciones individuales según tolerancia,
sexo, superficie corporal, etcétera, por lo que la clínica
de intoxicación tendrá variantes individuales; a pesar de
ello, podemos clasificarlo en las siguientes fases, a modo
de establecer signos conductuales: fases de excitación
(entre 2 y 8 tragos), embriaguez (entre 9 y 12 tragos), y
coma (encima de los 12 tragos).(1)
Sabemos también, que existen formas especiales en sujetos
que con dosis bajas de etanol desarrollan un cuadro de
agitación extrema, con conducta muy violenta y destructiva,
seguida de un período de sueño profundo tras el cual no
recuerdan nada de lo ocurrido. Esta embriaguez atípica se
denomina “borrachera patológica” y parece depender de una
predisposición personal.
(1)
Operativamente, al consumo de alcohol se lo puede
diferenciar en 4 grupos: en abstemios, bebedores moderados o
sociales, bebedores excesivos y alcohólicos (los grupos 3 y
4 beben cantidades superiores a los 80gramos y sólo se
diferencian en la neuroadaptación). ( Cuadro 1). Estos dos
últimos, como expresáramos anteriormente, agrupan a los ya
categorizados como “bebedores problemas o problemáticos”,
que por un uso inadecuado, por cuantía o por finalidad de la
bebida, acarrean daños orgánicos y psicosociales
anteriormente mencionados.
-
Abstemios: no beben
nunca o solo 1 o 2 veces al año
|
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|
|
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Cuadro 1 |
Para categorizar a los bebedores en los distintos grupos
expresados, es menester conocer la concentración de alcohol
que tiene cada bebida: el vino, entre 12 y 14 %; la cerveza,
4 a 6 %; el fernet, 40 a 45 %, las bebidas destiladas entre
40 y 45 %, etc. Se multiplica: la cantidad en cm3 (según el
porcentaje de alcohol de cada bebida) x 0,8 (densidad de
alcohol en agua), y así obtenemos la cantidad en gramos. Ej:
un litro de vino (1000 cc al 12 % = 120 cc x 0,8 = 96
gramos); por ello ¾ litro de vino se acercan a los 80 gramos
suficientes para poder ser catalogado como un bebedor
excesivo.
El daño por consumo crónico de alcohol, puede definirse
según la Sociedad Americana de Medicina de las Adicciones y
tomada de Morse R. M. y Flavin DK (1992) como: “…Enfermedad
primaria crónica sobre cuyo desarrollo y manifestaciones
influyen factores genéticos, psicosociales y ambientales. Es
una enfermedad con frecuente evolución fatal, y se
caracteriza por un déficit del control sobre el consumo de
alcohol, síntomas de abstinencia, consumo de alcohol a pesar
de los efectos adversos y minimización / negación de la
ingesta. Estos síntomas pueden ser continuos o periódicos…”(3)
Si rescatamos algunos puntos de esta definición, podemos
decir que: -Es de etiología multifactorial. –Los síntomas de
abstinencia: aparecen al suspender o al disminuir la
ingesta. Se puede presentar con temblores de manos y región
orofacial, náuseas y/o vómitos matinales (pituitas),
ansiedad e irritabilidad, signos de hiperactividad
autonómica y alteraciones del sueño. Es imprescindible la
primera ingesta de la mañana debido a la falta de consumo en
las horas en que ha intentado conciliar el sueño.
–Dificultad en el control del consumo: se refiere a dos
aspectos: el craving, como deseo imperioso de iniciar el
consumo (incapacidad de abstenerse), y el priming, como
deseo irrefrenable de continuar la ingesta (incapacidad de
detenerse). – Negación de la ingesta: probablemente por
falta de conciencia, ya sea por el deterioro cognitivo, por
la estigmatización o bien por el pesimismo frente a los
tratamientos, empleando como defensa la negación o
minimización del problema. –Consumo a pesar de los efectos
adversos: persistencia en los consumos a pesar de
experimentar las consecuencias negativas a nivel físico,
psicológico, familiar, laboral, legal, etc.
Para lograr una mejor categorización según la forma de beber
de los pacientes con problemáticas de consumo crónico, es
necesario conocer las tipologías de Jellinek, quien propone
una clasificación basada en cinco tipos de bebedores (
Cuadro 2).
Los tipos alfa y beta no constituyen una enfermedad; en
cambio, Gamma, Delta y Epsilon así lo conforman. El tipo
Alfa se constituye en el síntoma de un trastorno subyacente.
El tipo Beta es puramente el efecto de bebida excesiva, que
se puede ingerir sin que tenga lugar la dependencia física o
psicológica. El tipo Gamma (bebedor con consumo episódico)
tiene incapacidad de detener la ingesta. El tipo Delta
(bebedor con consumo excesivo regular o consuetudinario)
presenta incapacidad de abstener la ingesta.
(7)
Alonso Fernández, de la misma manera, establece cinco
modalidades que se correlacionan con las de Jellinek.
(Cuadro 3)
Alonso Fernandez |
Jellinek |
Bebedor enfermo psíquico
|
Alfa |
Bebedor Alcoholizado
|
Beta |
Bebedor Alcoholòmano
|
Gamma |
Bebedor excesivo regular
|
Delta |
Bebedor episódico
|
Epsilon
|
|
Cuadro 3
Tipologías Equivalencias
|
Por otra parte, la Tipología de Schuckit, contribuye a
clasificar en alcoholismo primario y secundario. En este
último, existe una enfermedad psiquiátrica previa: trastorno
de la personalidad, depresión, esquizofrenia, etc.
(3)
A modo de resumen: atendiendo a que en los últimos años y
debido a los efectos del consumo de alcohol, se ha impuesto
una tipología que se destaca por su carácter práctico,
señalando los tres grupos que anteriormente mencionamos: el
bebedor no problemático (alfa de Jellinek), el bebedor
problemático (Bebedores excesivos sin neuroadaptación = Beta
de Jellinek) y el bebedor dependiente (bebedores excesivos +
neuroadaptación = Gamma-Delta de Jellinek). De esta forma,
las Tipologías son posibilitadoras de conceptos básicos y
claros, que nos permitirán un adecuado abordaje con más y
mejores estrategias terapéuticas a desarrollar.
Pesquisa del alcoholismo
Según el lugar y quién realice la pesquisa, debemos
considerar diversas variantes:
-Si se tratase de población médica quien va a identificar a
los pacientes, se aconseja comenzar con el cuestionario
“CAGE” (cuestionario que consta de 4 ítems; cada letra da
origen a una pregunta; debería realizarse en forma
camuflada) y un laboratorio de “marcadores clásicos” (VCM-GGT-GOT):
si resultare 1 ítem + 1 marcador, se considera a la
población como “supuestamente alcohólica” por lo que se
deberá confirmar con un test algo más objetivo como lo es el
“MALT” (Münchner Alkoholismus Test).(5)
En caso de contar con ácido siálico (desialotransferrina o
transferrinas deficiente en carbohidratos = CDT: isoformas
de transferrina con un contenido bajo en ácido siálico), se
podrá adicionar al laboratorio anteriormente mencionado,
para mejorar sensibilidad a la pesquisa.
(10)
-Si se tratase de población general, se podrá aplicar el CBA
(Cuestionario breve para alcohólicos). Si es +, se debe
confirmar con el MALT.
(5)
De la misma manera, pueden utilizarse otros Cuestionarios.
Por ejemplo, el MAST (Michigan Alcohol Screening Test) o
AUDIT (Test para identificación de desórdenes en el uso de
alcohol): si alguno de ellos resultase +, se debe confirmar
con el MALT.
Cuando se consideran los tres marcadores de laboratorio más
sensibles (GGT, VCM y AST), las alteraciones que se
describen son por encima del 78,8 %, por lo que más de una
quinta parte de los alcohólicos no pueden detectarse
utilizando únicamente estos marcadores. La incorporación de
la CDT podría mejorar la eficacia diagnóstica hasta en un 90
%.
(10)
Pesquisa de la hepatopatía por alcohol
El consumo crónico de alcohol se asocia a diversas
enfermedades hepáticas que van de una esteatosis simple a
una cirrosis. Sólo entre un 30 - 40% de los pacientes
alcohólicos tiene lesión hepática diagnosticable por métodos
tradicionales y tiene por tanto una repercusión clínica.
(6)
Se estima que el 90–100 % de los alcohólicos tienen
esteatosis, y de éstos un 10-35 % hepatitis alcohólica; el
40 % de los pacientes con hepatitis alcohólica puede
progresar a la cirrosis. Entre el 8 al 20 % de los pacientes
con esteatosis, si no dejan de beber, pueden progresar
directamente a la cirrosis.
(7)
Se ha intentado establecer el consumo de riesgo para el
desarrollo de enfermedad hepática, aunque es difícil, ya que
además de la cantidad de alcohol consumida también
intervienen la duración y probablemente el patrón de
consumo. En general, se considera como consumo de riesgo
para el desarrollo de lesión hepática 60 g/día en los
varones y 40 g/día en la mujeres, aunque en algunos
trabajos, la cantidad de alcohol considerada de riesgo es
inferior, alrededor de 30 g/día, sin diferencias de sexo.
(7)
Metodología: debemos considerar en la anamnesis:
cantidad/día, años de consumo, historia previa, consumo de
drogas prohibidas.-En la exploración física: estigmas de
hepatopatía crónica (arañas vasculares, eritema palmar,
ictericia). Avanzada (ginecomastia, vello feminoide, arañas
vasculares). Hepato-esplenomegalia. Ascitis. Circulación
colateral. Asterixis. -Pruebas de laboratorio: se debe
solicitar un citológico completo (VCM). Hepatograma:-
pruebas de función (APP- Factor V- Albúmina-Bilirrubina),
citólisis (GOT/GPT en relación 1.5-3/1), colestasis (FAL-GGT).
Interpretación del laboratorio: -La presencia de
hipergamaglobulinemia y de una tasa de protrombina baja debe
hacer sospechar una enfermedad alcohólica evolucionada. Si
hay trombopenia es altamente probable una cirrosis con
hipertensión portal. Como a todo paciente con enfermedad
hepática y más aún si es joven se debe dosar el anticuerpo
de la hepatitis C, y el Ag de Superficie para la B
(coexistencia). -Cabe señalar que en los alcohólicos
crónicos las transaminasas no suelen superar los 350 U/I, de
lo contrario valorar lo vírico u otro tóxico. -El aumento de
la GGT no indica que exista una enfermedad hepática. -El
aumento de la bilirrubina indica la presencia de lesión
hepática, igual que la hipergamaglobulina. -La presencia de
cierto grado de anemia, leucopenia relativa y plaquetopenia
sugiere la existencia de una hepatopatía más evolucionada
con hipertensión portal. -El VCM se halla elevado en la
mayoría de los alcohólicos pero es más elevado en los que
tienen lesión hepática.
(6)
Para resumir dicha pesquisa: el primer paso para establecer
el diagnóstico de la enfermedad hepática en los alcohólicos
es una cuidadosa anamnesis y exploración física. Se deberá
acompañar siempre de una serología básica que excluya la
enfermedad vírica hepatotropa, y otros análisis que evoquen
la presencia de lesión hepática. Si la alteración es
únicamente un aumento moderado de GGT y VCM inferior a 98,
no sería necesario realizar otras pruebas analíticas. Pero,
en caso contrario, la realización de una ecografía hepática
es lo más conveniente. Si solamente hay signos de esteatosis
hepática no son necesarias otras exploraciones. Por el
contrario, la punción biopsia hepática definirá claramente
la gravedad y tipo de lesión hepática alcohólica.
(6)
Objetivos y estrategias generales del tratamiento del
alcoholismo
Un objetivo primario, aunque parezca poco ambicioso, es la
consecución de un “adecuado grado de funcionamiento del
paciente”. Es necesario incorporar este concepto para no
generar expectativas inadecuadas en quienes deben retomar
roles previamente perdidos. Entender sobre la complejidad
del consumo, la tendencia a la cronicidad, su escasa
sistematización y adecuación de técnicas de intervención,
posibilitan a que el profesional de la salud pueda tomar
varias decisiones previas teniendo como meta final “la
abstinencia”, considerando una serie de metas parciales,
mucho más realistas. Es preciso aclarar que décadas atrás,
se consideraba como objetivo primordial del tratamiento a la
“abstinencia”, pero en la actualidad las cosas han cambiado
sustancialmente y se intenta un desplazamiento de “la
sustancia” de su enfoque central. De manera que la
abstinencia no garantiza una forma de vida óptima y obliga a
los profesionales a que encuentren las estrategias para
mejorar la “calidad de vida de los pacientes”.
Se pueden considerar otros objetivos generales como por
ejemplo: –“Poder lograr un estilo de vida sin recurrir al
alcohol”, condición muy válida, pero como expresáramos
anteriormente, algunas personas no siempre se encuentran en
situación psicológica y ambiental propicia para la
abstinencia; aquí son básicas las actuaciones técnicas del
equipo terapéutico para motivar y alcanzar logros, tanto
como la familia para que participe en forma eficaz en su
consecución. –“Incrementar la calidad de vida del paciente”,
considerando los daños orgánicos para un tratamiento
farmacológico adecuado y su comorbilidad. –“Prevenir las
recaídas”, ayudándolos a la identificación de situaciones
que comportan para ellos un riesgo elevado como al
desarrollo de respuestas alternativas al consumo. Una
reducción de la frecuencia y gravedad de las recidivas
pueden constituir un objetivo más realista que la prevención
completa de todo episodio posterior.
(9)
Estrategias terapéuticas
El enfoque y la elección específica de las medidas
terapéuticas necesarias para alcanzar los objetivos, varía
en los distintos pacientes y también en un mismo paciente en
distintas fases de la enfermedad.
Se describe una “fase de contacto o preparatoria” en donde
se considera oportuno, en la primera entrevista, realizar
una Intervención Breve o Muy Breve (se diferencia de la
Breve en una mayor concisión de la entrevista), que nos
permita identificar a los sujetos y a su modalidad de
consumo, que tanto en cantidad y calidad se presuman
perjudiciales, y en los que la provisión de un tratamiento
corrector podría producir importantes cambios: en la
dependencia se propiciará a la abstinencia (con el abordaje
farmacológico pertinente) y en los bebedores excesivos no
dependientes a la moderación del consumo, es decir, llevar a
niveles de consumo menores, algo más seguros.
Por los objetivos, estas intervenciones son identificables
con la prevención secundaria, permitiendo que profesionales
de salud no especializados puedan: averiguar, advertir,
asistir, anticipar (plan de las 4 A); y posterior a ello,
luego de un acuerdo entre profesional y sujeto se refiera a
un tratamiento, a un especialista, a grupos de Alcohólicos
Anónimos, o a acordar una próxima visita para una nueva
negociación.
La intervención debe ser singularizada, neutra, de fácil
comprensión, empática. Dicha actitud empática contribuye a
una mejor relación médico-paciente, le da una apertura a “la
palabra” obstaculizada por el consumo (al emerger “la
palabra” se inicia un tratamiento), posibilita a que la
confianza se establezca y es ésta, probablemente, el lazo
más firme que sostenga dicha relación. El profesional debe
en lo posible ayudar a manejar las ambivalencias, sin
confrontarle ni cuestionarle, encontrando los motivos para
hacer efectivo dicho cambio (Entrevista motivacional).
(14)
Por todo ello, en esta fase, debe valorarse la motivación y
la disposición al cambio. El modelo de Prochaska y
DiClemente (Tabla 1), permite objetivar qué posibilidades de
cambio presenta el sujeto: sin deseos (precontemplando), con
deseos (contemplando), decidido al cese (preparando),
dejando o disminuyendo el consumo (accionando) y sosteniendo
la abstinencia (manteniendo) y finalmente, una nueva recaída
del consumo (recayendo). Este modelo contempla el proceso
del cambio con avances y retrocesos, que forman parte de la
misma naturaleza de la conducta; es sin duda más acorde con
la existencia de múltiples determinantes ambientales y
personales del comportamiento; plantea el importante
objetivo de acortar la duración de la fase contemplativa que
le sigue a una recaída en lugar de aceptarlo como un
fracaso; disminuye el sentimiento de frustración profesional
(burn out).
(11)
Estadio
|
Objetivo |
Nivel de Intervención |
Recontemplación |
Concienciar |
Informar |
Contemplación |
Resolver la ambivalencia
hacia el cambio |
Informar e intervención breve
o muy breve |
Preparación |
Decidir la acción del cambio
|
Intervención breve o muy
breve |
Acción |
Avanzar en el cambio |
Intervención breve o muy
breve con refuerzos positivos
|
Mantenimiento
|
Identificar situaciones de
riesgo y prevenir recaídas
|
|
Recaídas |
Reinicio del circuito de
cambio |
Motivar reacción y
recanalizar |
|
Tabla 1.
Estadios del cambio Prochaska y
Di Clemente
Objetivos en función de la
disposición al cambio
|
En la “fase de desintoxicación y deshabituación
/estabilización” para una correcta evaluación del paciente,
se requiere de un enfoque “dimensional”, a modo de
categorizar dicha problemática. Estas dimensiones tomadas de
la Cleveland son las más usadas en los distintos centros de
desintoxicación y deshabituación, y son parte de los niveles
asistenciales propuestos por la ASAM (Sociedad Americana de
Adicciones Médicas). Las dimensiones que se evalúan son: la
gravedad de la intoxicación /abstinencia, las complicaciones
médicas, las complicaciones psiquiátricas, el grado de
discapacidad, el soporte ambiental, la posibilidad de
recaída y la aceptación o resistencia al tratamiento.
(20)
Es por ello, que las evaluaciones del paciente deberían
incluir a los médicos clínicos, psiquiatras, psicólogos y
trabajadores sociales, posibilitando a través de los mismos,
una adecuada mirada transdisciplinaria de todas las
dimensiones enumeradas.
¿Cómo debemos actuar? Según los criterios de la Sociedad
Americana de Adiciones Médicas (ASAM), si existe riesgo
mínimo en todas las dimensiones el dispositivo será
ambulatorio. Si existe un bajo riesgo de dependencia y de
complicaciones pero alto en recaída, el dispositivo será
ambulatorio pero con importante supervisión médica. Si
objetivamos un riesgo moderado en todas las dimensiones, el
dispositivo será residencial con control médico.Y si
finalmente existe un alto riesgo en todas las dimensiones,
el tratamiento será inevitablemente el régimen hospitalario.
(12)
En la primera etapa de esta fase que es la desintoxicación,
es un proceso a través del cual se consigue que el paciente
deje de consumir la sustancia de la que depende sin
experimentar un síndrome de abstinencia agudo.(Ver abajo:
Abordaje SAA). Tiene como objetivo lograr la abstinencia, la
evaluación médica y la motivación para la deshabituación.
Este proceso debe llevarse a cabo en “régimen hospitalario”
cuando la situación física constituya un riesgo para el
individuo, o cuando exista insuficiente apoyo social o
exista una historia de fracasos de desintoxicaciones
previas.
En la segunda etapa de esta fase que es la deshabituación,
desaparece el síndrome de abstinencia condicionado y el
paciente va aprendiendo una serie de repertorios de conducta
que le permitirán enfrentarse con éxito a las situaciones de
riesgo. Tiene como objetivo romper con los hábitos de
consumo, reforzar la autonomía personal y el aprendizaje de
técnicas de afrontamiento. Esta etapa suele realizarse en
“dispositivos asistenciales ambulatorios”. Cuando los
pacientes tengan unos hábitos de vida muy desestructurados
y/o insuficiente soporte familiar, se recurre a la
utilización de las “comunidades de terapia”.
En la tercera etapa, el período de
rehabilitación/reinserción, el sujeto debe ir integrándose
de manera progresiva en su medio familiar y social, de forma
que pueda hacer una vida autónoma, sin la presencia del
alcohol. Tiene como objetivos el reordenamiento de la
dinámica familiar, la interacción grupal y la facilitación
de la inclusión social.
(13)
Abordaje y Tratamiento del Síndrome de abstinencia al
alcohol (SAA)
Hemos dejado un apartado especial, para profundizar y
encontrar evidencias que apoyen nuestros protocolos de
trabajo, con respecto a todo lo que implica la deprivación
al alcohol.
Como sabemos, se define como un conjunto de síntomas que se
producen cuando se interrumpe o se reduce bruscamente la
ingesta de alcohol en un paciente bebedor consuetudinario y
neuroadaptado (delta de Jellinek). Se origina por una
situación de desequilibrio entre la neuroadaptación y la
deprivación brusca de alcohol. (Aumento de la excitación
sobre la inhibición, hiperactividad del sistema nervioso
autónomo).
(15)
Todo este proceso de desintoxicación del síndrome de
dependencia al alcohol, que consiste en ir retirando en
forma programada la sustancia, posibilitando las medidas
farmacológicas y de sostén para controlar las complicaciones
propias del Síndrome de Abstinencia al alcohol (SAA).
Existen ciertos factores de riesgo que nos puedan dar una
idea aproximada de cuál puede ser la evolución del paciente
ante la retirada. Se describe que la edad superior a 40
años, el sexo masculino, consumo diario de 200 cc al día,
temblores y nerviosismo luego de 6-8 del cese, la
coexistencia de enfermedad orgánica aguda, tiempo evolutivo
de la dependencia de más de 10 años, historia de
convulsiones, alucinaciones o delirio en episodios previos,
pueden resultar en bajo riesgo (< 2 factores), moderado
riesgo (entre 3 y 6 factores) y alto riesgo de
complicaciones ante la suspensión de la sustancia (> de 7
factores).
¿Pero en qué dispositivo asistencial será conveniente
abordarlo al hipotético paciente que podrá presentar
complicaciones derivadas de este cese? Diversas
organizaciones y centros asistenciales han recomendado el
uso de instrumentos, tales como el CIWA (Escala de
Valoración de la Abstinencia al Alcohol del Instituto
Clínico- (Tabla 2) que no sólo proporciona la magnitud de la
clínica sino también las recomendaciones terapéuticas.
(16)
A través de esta Escala CIWA-AR, de fácil aplicabilidad y
fiabilidad, que consta de 10 apartados, tiene una puntuación
máxima de 67 y clasifica el SAA en leve CIWA (<10), moderado
CIWA (entre 10 y 20) y grave CIWA (>20). Si categorizamos un
CIWA grave el ingreso hospitalario es lo indicado. Si
existen complicaciones médicas y/o psiquiátricas, cuadros
previos con delirio, convulsiones o psicosis, problemática
socio-familiar grave, debe valorarse el ingreso
hospitalario.
(15) (19)
Las manifestaciones clínicas del SAA se observan, como
mencionáramos anteriormente, ante el descenso de los niveles
de alcoholemia entre las 4-12 horas posteriores al descenso
o supresión del consumo. Puede durar entre 5 y 10 días y
clasificarse en menor (ansiedad, temblor, pituitas, etc.) y
mayor (adiciona alteraciones sensoperceptivas: alucinaciones
visuales, auditivas, táctiles; aparecen luego de 48 o 72 hs
de la interrupción del consumo, especialmente a la caída del
sol). Las crisis convulsivas generalizadas
(tónico-clónicas), se presentan en un 5 -15 % posterior a
los 2 o 3 días desde el comienzo de los síntomas. Algunos
autores no las consideran criterios de un SAA sino una
entidad específica (SAA complicado con convulsiones-CIE-10).
(15)
Una vez iniciado el retiro de la sustancia, este cuadro
clínico puede o no evolucionar e ir desde un síndrome de
deprivación menor a uno mayor o a un delirium tremens sin un
tratamiento médico adecuado.
Según el Manual de diagnóstico y estadístico de los
trastornos mentales (DSM-IV-TR) y la CIE-10, el SAA puede
clasificarse en: -Síndrome de abstinencia no complicado
(F10.30). -Síndrome de abstinencia con convulsiones
(F10.31). -Síndrome de abstinencia con delirio, sin
convulsiones (F10.40). -Síndrome de abstinencia con delirio
y con convulsiones (F10.40).
El delirium tremens es la manifestación más grave del
Síndrome de Abstinencia al alcohol. Se caracteriza por ser
un trastorno de la conciencia, de la atención, de la
cognición y de la percepción. Es una urgencia médica que
precisa derivación y tratamiento hospitalario urgente. Es
más frecuente en varones, entre 40 y 60 años, y generalmente
coexiste una enfermedad orgánica subyacente. Tiene una
mortalidad sin tratamiento adecuado de hasta un 15 %, y se
reduce a menos del 1 % con tratamiento específico.
(17)
Pueden aparecer complicaciones que agravan el pronóstico,
como infecciones intercurrentes, urgencia hipertensiva,
malnutrición, arritmias, miocardiopatía alcohólica aguda y
alcalosis metabólica hipopotasémica.
¿Cuáles son las primeras medidas a realizar? Tenemos que
facilitar una habitación tranquila. Controlar los signos
vitales cada 2 horas (ingresos y egresos). Tener especial
cuidado con la prevención del Wernicke - Korsakoff
(afecciones diferentes que se deben ambas al daño cerebral
causado por la falta de vitamina B1 -tiamina-). Esta falta
de vitamina B1 es común en personas que sufren de
alcoholismo, y por ello, se recomienda la administración de
tiamina (vitamina B1) a 100 mg/día x 3 días, siempre antes
de pautar el glucosado. Si no existiesen complicaciones por
sobrecarga, una hidratación entre 3000 y 4000 cc en las
primeras 24 hs es oportuna, tanto como la reposición
electrolítica de Potasio, Magnesio y Fósforo si así lo
requiriese.
Es de suma importancia que el equipo médico conozca sobre
los factores que puedan precipitar este síndrome, por lo que
el mejor tratamiento del mismo, será su prevención.
¿Cuál es el tratamiento farmacológico con el que actualmente
contamos? En nuestra experiencia y por los resultados
obtenidos en la guardia de nuestro Hospital (IPAD),
confeccionamos un protocolo (Tabla 3) que consiste en un
control estricto de signos vitales, la colocación de una
venoclisis con fisiológico y Tiamina para evitar
complicaciones ante un déficit de Vitamina B1, por el aporte
de un glucosado previo, e inmediatamente indicamos una
ampolla de Diazepam (10 mg) diluida, y un goteo de 4
ampollas de Diazepam en 500 cc de Dextrosa al 5 %, con goteo
según respuesta, valorando los signos vitales. Ante la
presencia de alteraciones sensoperceptivas indicamos
Haloperidol (ampolla de 5 mg) diluida por habón.
Desaconsejamos el uso de Clorpromazina. En caso de evidencia
de hepatopatía crónica (ver hallazgos semiológicos- pesquisa
de la hepatopatía crónica), se impone el uso de Lorazepam en
ampollas 1 mg cada 2 hs.
(21)
• SIGNOS VITALES
(Tensión, Pulso, Temperatura, Frecuencia
Respiratoria).
• VENOCLISIS = Suero Fisiológico (250 cc + 2
ampollas de Tiamina (200 mg) a pasar en 20 minutos.
• DIAZEPAN: 1 ampolla en forma EV, lenta,
diluida en 8 cc de solución fisiológica (pasar en
forma lenta 10 cc -10 mg) por habón. Realizar goteo
de diazepán- 4 ampollas en 500 cc de Dextrosa al 5
%. (pasar según respuesta, valorando signos
vitales).
• HALOPERIDOL 5 mg EV (Diluir 1 ampolla 5 mg
en 10 ). Alteraciones sensoperceptivas. |
TABLA 3.
TRATAMIENTO DE LA ABSTINENCIA AL
ALCOHOL
(Protocolo de Guardia del Instituto
Provincial de Alcoholismo y Drogas de la ciudad de
Córdoba). |
Recientes estudios controlados y randomizados (RCTs)
compararon benzodiazepinas con placebo y otras terapias, con
resultados similares, aduciendo que las benzodiazepinas
ofrecen un beneficio significativo en el SAA , concluyendo
los autores que las Benzodiazepinas son efectivas en el
tratamiento del SAA(18). Con respecto al uso de otras
drogas, no han sido concluyentes debido a la heterogeneidad
de los trabajos. Se requerirían nuevos estudios donde se
categoricen mejor a los pacientes y se obtengan mayores
datos sobre complicaciones, efectos adversos, mortalidad,
etc.
Otras consideraciones fueron aportadas por el Consenso de la
Asociación de Psiquiatras Argentinos y la Asociación
Toxicológica Argentina, donde establecen que el SAA siempre
debe ser medicado con psicofármacos específicos, teniendo en
cuenta la alta probabilidad de complicaciones severas. Los
fármacos usados son las benzodiazepinas (especialmente los
de vida media más larga), los fármacos anticonvulsivantes,
la clonidina (por las manifestaciones de hiperactividad
noradrenérgica). Los fármacos antipsicóticos típicos se
recomiendan únicamente cuando se sospeche delirium y deben
suspenderse en cuanto desaparezcan los síntomas (haloperidol
de 1-5 mg IM o IV). Con respecto al uso de benzodiazepinas,
aducen que su utilidad radica en que son sedantes,
ansiolíticos, hipnóforas, previenen las convulsiones, y que
son preferibles utilizar aquéllas que eviten el primer paso
hepático y con menor potencial de depresión respiratoria,
como el lorazepam.
(20)
Conclusión
Debemos entender a la relación entre el sujeto y el alcohol,
como un vínculo sintomático de una problemática
multidimensional que sólo la transdisciplina puede abordar y
explicar.
Sugerimos no folcalizar el problema en la sustancia, sino
abocarnos a la singularidad de un sujeto que ha adoptado un
modo de vida en el consumo, aunque debamos rendirnos ante
los mandatos biológicos que la sustancia impone en
determinados pacientes genéticamente predispuestos.
Creemos que debemos realizar un trabajo de pesquisa
cotidiana para no tener que lamentar las consecuencias
derivadas de un consumo reiterado y darle un corte –que por
autoritario- humanitario- en post de un beneficio para sí y
para familiares que sobrellevan los coletazos de un consumo
alienante.
Nadie puede negar que esta tarea acarrea un desgaste
psicofísico para con todos aquéllos que han decidido abordar
esta problemática en forma responsable y transdisciplinaria;
motivando, empatizando y ofreciendo nuevas alternativas
terapéuticas.
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